domingo, mayo 11, 2008

Dama


Jacqueline Kennedy es uno de los iconos de estilo más grandes del siglo XX. Es una de las mujeres que toman partido activamente en la sociedad contemporánea y que, además de cambiar los cánones estéticos y abogar por nuevas tendencias, consigue crear la alianza de moda y política con tanto éxito que, la moda pasa de ser algo frívolo y casi pecaminoso propiedad de estrellas de Hollywood o de vergonzosas amantes a ser, un asunto de estado. Quizás, su mayor logro, aparte de conseguir brillar con luz propia ante el filtro anodino del pasado sea, haber creado un estilo, un mito, una leyenda y un icono. Jacqueline Kennedy, la única gran dama.


Jacqueline Bouvier nace en la jet set neoyorkina lo cual marcaría toda su vida. ¿Qué se puede decir de alguien que nace en Southampton? Pues que toda su vida va a ser hija de la alta sociedad, del todo París, del todo Nueva York o del todo lo que sea. Miembro de la lista A, mujer de sociedad, de obras benéficas y vestidos caros; de niñera, de limusina, de bolsos Hermés y perfumes de edición limitada y confección personal. O, por lo menos de Escalas en Portofino. Y también de infancia afortunada y desgraciada a partes iguales, de madre que busca marido para su hija, de gran dama que instruye en la etiqueta, las maneras y la existencia de la sociedad de clases. Amante de la hípica, además, amazona y ganadora de diferentes medallas ecuestres y trofeos hípicos. Debutante del año, estudiante de Vassar, afrancesada en la Sorbona de París y graduada en la universidad de George Washington. Finalmente, fotógrafa del “Washington Times Herald” y, de allí, esposa para la historia de John F. Kennedy y la única Dama, dama, de Estados Unidos.


Cuenta con el apoyo de su madre y de su suegro para contraer matrimonio con John F. Kennedy, una estrella del Partido Demócrata e inicia con el hombre que la posicionaría en la historia, una relación de amor que culmina con su matrimonio en Rhode Island en 1953 que sería el acontecimiento social de la temporada en su época. Aquí podríamos situar los llamados “Años de la Casa Blanca”. Cuando Kennedy se alza con el triunfo en 1960 frente a Nixon, Jackie se convierte en la Primera Dama más joven y elegante de la historia y, una de las más queridas por los americanos.


En los Años de la Casa Blanca, Jackie Kennedy, afrancesada de por vida y gran seguidora del elegante chic parisino, inicia una relación profesional con Oleg Cassini que sería un amigo para alzarla a los altares del estilo y a convertirla, aún más, en la socialité del momento. A Jackie Bouvier la gustaba la moda francesa pero esto, fue considerado desleal por muchos americanos. Aquí, se inicia el tándem Cassini Kennedy que da sus frutos combinando femineidad con glamour y con encanto parisino pero, americanizado. Es denominado su “modisto de cámara” y crea para ella, a partir de tendencias visionarias de Balenciaga, de modelos de Dior, Chanel e Yves Saint Laurent, un estilo propio e iconoclasta. Los Años de la White House se pueden resumir en trescientas creaciones que recorren la vida de Jacqueline Kennedy en esos años. El Pillbox icónico de Jacqueline Kennedy, el abrigo blanco, los vestidos de colores luminosos y los trajes de noche sobrios y elegantes con un toque severo y distinguido.


Durante el transcurso de los años presidenciales en los que Jackie Bouvier quedó ensombrecida por Jacqueline Kennedy, fue un icono para la sociedad norteamericana y para la sociedad mundial. “El esposo de Jackie” llegaron a llamar al presidente en Francia, Jackie Kennedy, el mito. Uno de los mayores logros de Jackie Kennedy es participar activamente en la vida política y cultural del mandato presidencial de su esposo convirtiéndose en mecenas de la vida cultural y social de los Estados Unidos. Una de las veladas más célebres es la cena en honor de los ganadores de Premios Nobel que supone un cambio en las cenas de estado de la Casa Blanca y un hito en la historia que se enmarca en la siguiente cita “La más extraordinaria colección de talento, de conocimiento humano, que se ha reunido nunca en la Casa Blanca, con la excepción de cuando Thomas Jefferson cenaba a solas.”


En 1962, año especial para los Kennedy que supone el cambio de rumbo de las cenas de Estado y de la organización cultural del mecenazgo de la Casa Blanca supone el año del otro gran proyecto de Jac kie Kennedy. La redecoración de la mansión presidencial que estaba vacía de cultura, de historia y de espíritu americano corre a cambio de la Primera Dama que consideraba que la Casa Blanca debía ser un reflejo de su país. Incluye en la mansión presidencial muebles antiguos auténticos y obras de arte como retratos originales de diferentes presidentes y personalidades americanas como Flanklin o el gran Jefferson. Además, organiza una visita guiada por la Casa Blanca por la televisión americana para acercar al presidente y su vida al gran público y para mostrarse como personaje para la sedienta población americana que vive pendiente de ella y de su esposo.


Los Años de la Casa Blanca concluyen con el asesinato de Kennedy en 1963 en Dallas, Texas. La maldición del presidente de los Estados Unidos y la elevación del mito de Jackie Kennedy. El mítico saludo de John Jr Kennedy al ataúd de su padre, el “Querido Dios, cuida de tu sirvo John F. Kennedy” en el funeral de éste como su última despedida, el resplandor de aquel traje rosa sobre el cuerpo muerto de John F. Kennedy en el descapotable en Dallas y el perfecto luto convirtieron a Jacqueline Kennedy en la mujer más querida de América, de hecho, en la Dama más querida de América. Una entrevista a Life y un año en el retiro mitigaron el dolor de Jackie. Para avivar el mito, cuentan que cuando fue el cumpleaños de su hijo apenas horas después, le despertó cantándole el cumpleaños feliz.



En 1968 contrajo matrimonio con el millonario griego Aristóteles Onassis. Skorpios, octubre de 1968, el famoso mayo del 68, fue el lugar que vio la íntima ceremonia privada de matrimonio. La prensa había rodeado la isla y habló de traición y deslealtad a un status público de socialité. La reina se vendía al rico dijeron y Jacqueline Kennedy dijo “mi primer matrimonio fue por amor, el segundo por dinero y protección, ahora busco un hombre como compañía” y el mundo la aplaudió. La reina de Estados Unidos, la Dama, la dama, la mujer; huía del apellido Kennedy pues creía que tenía tejida una maldición y buscaba refugio en el armador griego. Aquí, Jackie Kennedy, sería rebautizada como Jackie O. y se convertiría en la figura central del mundo rosa de las celebrities.


Jacqueline Kennedy, Jackie O en este momento, se convirtió no sólo en la mujer más famosa del mundo, la más elegante y la más querida, ahora era también la más rica. Elevó a Valentino a la cumbre tras contraer matrimonio con un vestido de Valentino corto de manga larga en broderie anglaise y una diadema de marfil adornando su característico cabello oscuro. Cuentan que Jackie O. negó ser una compradora compulsiva, que jamás había gastado 30.000 dólares anuales en prendas y que su estilo de vida no se resumía en el Valentino Way Of Life pero Onassis murió en 1975 dejándola dueña y señora de una cuantiosa herencia. En estos últimos años de Jacqueline Kennedy, vive acompañada de John Jr. y de Maurice Tempelsman, comerciante belga de diamantes. Muere como un mito en la Quinta Avenida de Nueva York. ¡Grande hasta la muerte! ¡Aristócrata hasta la muerte! Gran Jacqueline. Está enterrada junto con John F. Kennedy, al lado de un mito y creando otro. Jacqueline Kennedy. Dama y Reina.


Jacqueline Kennedy descubre sus claves de estilo definiendo su imagen con el término “armario de estado”. Llevará toda su vida vestidos de línea A para la primavera y el verano de colores claros y luminosos que realzan su bronceado y su silueta frágil, femenina y delicada. Su marca fetiche tras los Años de la Casa Blanca será Valentino creando una forma icónica, un espíritu y convirtiéndose en mecenas del diseñador, su estilo de vida y una forma de vestir. Habla de los pantalones blancos, las bufandas de Hermés, apenas estampadas; el equipaje no reconocible pero de primera calidad que no te hace parecer Diana Vreeland o una estrella de Hollywood aferrada a un joyero de cocodrilo y envuelta en piel; el traje de montar y el traje de Saville Row; un buen traje francés de la mejor calidad de Cassini, Chanel o Givenchy, joyas de Van Cleef & Arpels y el sempieterno collar de perlas. Y claro, las gafas oscuras. Y el estilo propio de ella. Sofisticado, altivo y chic. Chic.


Jacqueline Kennedy fue la Dama Americana, la única reina que ha tenido Estados Unidos, un mito, un icono y una leyenda. Nunca fue personaje porque siempre fue dama. “Por favor, no me hagas nada incómodo pero tampoco que me eclipse” fue su directriz con Oleg Cassini cuando vivió los Años Presidenciales. La sociedad americana y mundial comprendió su estilo y encanto, el chic, y reconoció su contribución al espíritu americano engrandeciendo la historia de América y convirtiéndose, no sólo en una autoridad sino en una majestuosa dama. Rezaba la canción “I wanna be Jackie Onassis. I wanna wear a pair of dark sunglasses. I wanna be Jackie. Oooh, please don´t die! es solo un alegato y un reconocimiento a su estilo. Ya dijeron que “la Casa Blanca antes era una bola de plástico y con Jacqueline se convirtió en una bola de cristal”. Jacqueline Kennedy dijo que “un hombre puede cambiar el mundo, pero todos deben intentarlo”; preguntó también “¿Cuál es la diferencia entre historia y drama?” y habló de la “tristeza interior de la persona” y no de “la vida grabada en una cinta y recogida en titulares”. Jacqueline Kennedy, cambió el mundo. Jacqueline Kennedy, ni Jackie O. ni Jackie, Jacqueline Kennedy, la Dama.